Como todos Uds. saben el 18 y 19 de octubre se realizará en la provincia de
Buenos Aires el Operativo Nacional de Evaluación Aprender. Ésta quizás sea una buena
oportunidad para que podamos pensar ciertas cuestiones que durante mucho tiempo
produjeron posturas irreconciliables.
Entiendo la desazón que sentimos los docentes cuando, por los medios de
comunicación, se señala que los resultados de las evaluaciones no fueron del todo
satisfactorios. Cierta desesperanza que indicaría que la escuela hoy no está pudiendo
vencer las desigualdades que traen los alumnos a sus aulas.
Venimos de muchos años de debate: que evaluación sí; que evaluación no; que
los operativos de evaluación nacional e internacional, no incorporan criterios regionales
que permitan dar cuenta de lo que verdaderamente sucede dentro de los muros de los
establecimientos educativos.
Mucho se ha debatido sobre el uso de la información que arroja cualquier
operativo de evaluación. Pero, más allá de esas posiciones encontradas, no debemos
olvidar que ningún resultado nos puede impedir ver que existen puntos de partida
diferentes, que cualquier análisis sobre sus resultados no dependen sólo de las
características del "objeto" que se evalúa, sino, además, de las peculiaridades de los
contextos en los que están insertos nuestros alumnos.
Sin lugar a dudas, los aprendizajes de nuestros alumnos constituyen un problema
de todos pero, fundamentalmente, de quienes tenemos la responsabilidad de educar. La
cuestión de los aprendizajes escolares deben ocupar un espacio en la agenda de
atención pública para dar respuesta a la cuestión de la inclusión, la evaluación es uno
más de esos procesos. Un proceso con particularidades que deseo compartir:
-La evaluación no mide calidad educativa, sino resultado de aprendizajes,
en un cierto momento del año.
-Es anónima, lo que garantiza que no se pueda identificar a alumnos ni a
los docentes. Consecuentemente, no produce ningún efecto sobre las trayectorias
escolares de los alumnos ni a la carrera docente.
En este sentido, estamos pensando la educación en la provincia de Buenos Aires.
Estamos convencidos de que la mirada y la experiencia docente es fundamental al
momento de pensar y tomar la evaluación. Con la total convicción que cualquier proceso
de evaluación también debe relevar lo significativo, lo valioso del contenido de
enseñanza, además de dar cuenta de toda la enorme tarea silenciosa realizada por sus
docentes.
Por todo ello, doy por sentado que el 18 y 19 de octubre los docentes bonaerenses
podemos demostrar que más allá de las contingencias cotidianas que nos conmueven,
nuestra mirada no puede ser atrapada, ni condicionada a cualquier anticipación que
pretenda negarnos la posibilidad de una escuela diferente, en la que pueden progresar
no sólo los que cuentan con los recursos suficientes. De esto se trata, de no perder jamás
la dimensión utópica de la educación.
